Los alquileres son casi la única operación con que cuentan los que necesitan resolver el problema de la vivienda.
Ya se ve también, una tendencia creciente a compartir espacio.
Es histórico que los estudiantes combinen presupuestos y necesidades para alquilar y compartir expensas, alquiler e incluso situaciones que salen más baratas para más que uno, alimentos, servicios como limpieza, seguridad.
Y con estas tendencias también surge la posibilidad de conseguir compañero de vivienda entre no conocidos, sino recomendados, ya sea desde inmobiliarias, que recién consultas, y que a su vez están en condiciones de levantar solicitudes de ese tipo y cuentan con la preparación para investigar un poco al futuro cliente, no deja de ser interesante emitir algunos consejos, de parte de personas que ya han pasado por esa situación y han salido vivas para contarlo.
M, joven doctora realizando residencia en Ciudad Autónoma de Buenos Aires, nos cuenta su experiencia, ya que los largos años que la esperan para desarrollar la carrera que ha elegido le ha deparado no pocas sorpresas.
Y es que los hábitos de las personas son tan variados como los son los propios, y cuando se sale de la casa paterna, se cree una que el mundo funciona igual que en la casa, por tolerancia, por costumbre, nos cuenta M.
Entre las largas anécdotas desarrolladas, nos participó de algunos hábitos de sus compañeras que nunca pudo tolerar y que la llevó a cambiarse de vivienda hasta encontrar la adecuada, y ello es, buscar alguien que no fumara, y que por lo mismo no se permitiera amistades en el ámbito del departamento que incurriera en ese hábito, para ello habilitarían el balcón.
Ella buscaba en un sitio cerca de su trabajo en un hospital en que hacía la práctica de residente, y supuso que le sería fácil encontrar alguien con quien la uniera la misma circunstancia: Cerca del lugar del trabajo, era su máxima aspiración.
Aunque no fue fácil la encontró, una chica que en su misma circunstancia realizaba prácticas médicas también cerca.
De edades e intereses parecidos, pareció que las cosas irían bien, no tardó ni un día en darse cuenta que estaba cometiendo un error.
La compañera elegida era una máquina de producir humo, en palabras de M, aún cuando no tenía un cigarrillo en la mano su boca expelía humo.
El mes que compartieron resultó una tortura para M, el departamento olía a desperdicios, los amigos de la compañera olían a desperdicio y ella misma salía a su trabajo oliendo a desperdicios, lo que la avergonzaba y se sentía con el deber de andar explicando en el trabajo por qué tenía ese olor encima.
Aguantó lo pudo hasta que decidió plantear el problema, que no fue bien recibido, pues las personas que nos fuman, cuando le solicitan a los fumadores un poco de consideración, son tratados como si fueran fundamentalistas o dictadores y cercenaran la libertad ajena de llenarse de humo como les plazca.
Ningún fumador admite que son sus actos los fundamentalistas, porque los vecinos no pueden “defenderse” de la invasión tóxica.
Eso determinó la nueva búsqueda.
M. nos cuenta que a partir de ese momento, tuvo mucho cuidado en seleccionar a alguien que no tuviera el hábito de fumar. Luego de conseguirlo, y contando como anécdota la cuestión, surgieron otros aspectos a destacar.
Otras personas le manifestaron el mismo problema, pero ampliado, algunos tienen hábitos de alcohol o de drogas, en muchos casos la queja fue por bulliciosos, o por exceso de reuniones sociales, por ruidos molestos de los vecinos, por mal atención edilicia, por un portero perverso, por malos hábitos higiénicos, mascotas molestas, invitados abusivos, y la lista se hace larga.
M. se manifestó sorprendida de solo haber tenido un problema, entre todas las posibilidades que le contaron.
No sería mala idea que ya que las inmobiliarias se encuentran en un impasse, decidan ofrecer un servicio de búsqueda de “compañeros de vivienda” que recabe suficiente información útil para mejorar la convivencia.
Quién sabe, en tiempos de crisis no se vuelva una actividad tan rentable como la de tasar una vivienda o asesorar en una búsqueda.
Agreguen casilleros en los formularios de preferencias, uno que diga: fuma, bebe, vida social activo, mascotas, y como quien no quiere la cosa: promiscuo, no sé, digo.
Aunque se supone tolerancia cuando se busca compartir vivienda, es difícil imaginar cuál es nuestro límite a la hora de estar en la situación.
Habrá que afinar el sistema de asesoramiento para tales operaciones de alquiler.